La empresa, el éxito y… ¿La integridad?

Los últimos años no se caracterizaron precisamente por las buenas conductas corporativas. Como respuesta, ¿por qué no pensar en un tipo de liderazgo diferente construido sobre la integridad?

Un liderazgo ético y efectivo…

Los escándalos que han involucrado a empresas de gran envergadura y con un discurso público que proclamaba los valores éticos, han dejado un halo de desconfianza tanto en el ámbito de la actividad empresarial como también en la sociedad en general.

Por otra parte, desde la experiencia académica se evidencian dos actitudes contrapuestas en los participantes de los distintos programas de las business schools:

➔ Por un lado, la aceptación teórica de la importancia de la integridad,

➔ Aunque al mismo tiempo, la más absoluta desconfianza en su aplicabilidad.

Esta misma esquizofrenia se ha producido en el escenario de la crisis que comenzó allá por 2008: importantes empresarios de primera línea no tenían dificultades en reconocer que era el momento de actuar con valentía desde la integridad, reconociendo su importancia y su prioridad para dar un giro positivo al entorno. Y esta perspectiva, a pesar de las dificultades, les producía verdadero entusiasmo.

Sorprendentemente, una vez pasado el momento más álgido de la crisis, eran ellos mismos los que reconocían que la integridad era importante pero no prioritaria.

Sin duda, el concepto de integridad constituye uno de los pilares del cambio cultural en la Sociedad. Una conducta íntegra genera confianza, pero también implica un equilibrio exigente para vivir los mismos valores en todos los ambientes y las circunstancias.

Aunque al momento de tomar decisiones, la realidad parece mostrar a empresas y directivos tironeados por criterios contradictorios. Inclusive, sucede que quienes deciden, por integridad, no violar aspectos éticos resultan ser más vulnerables que los que deciden sin escrúpulos.

Por esta razón, siempre que se habla de integridad, se especifica que se trata de una lucha, tanto en la esfera de lo personal como en el ámbito de la empresa y en el más amplio de la entera Sociedad.

Luchar por la integridad significa buscar la coherencia entre lo que se dice valorar y lo que se hace, o lo que se pide que hagan otros. También comporta haber implementado estrategias eficaces para resistir a las presiones contrarias a la integridad que frecuentemente aparecen sobre todo en el ejercicio de cualquier forma de poder.

Se trata de frenar “poder oblicuo” desde la convicción personal y grupal de que la falta de consistencia entre los propios valores y las conductas obstaculiza el proyecto personal, el funcionamiento de la empresa y repercute negativamente en la sociedad.

Los efectos de ese “poder oblicuo”, presente como triste realidad o simplemente sospechado por la abundancia de ejemplos en ese sentido, disminuyen la cohesión social por erosión de la confianza mutua. Esto tiene como efecto inmediato ser un obstáculo a la cooperación, aumentando enormemente los costos emocionales y materiales de las actividades empresarias y sociales.

La importancia de tener ideas claras sobre la integridad para actuar coherentemente se ha percibido ya desde hace un tiempo. La literatura especializada puede organizarse según tres focos diferentes:

➔ Como integración de distintas teorías del management (Badaracco y Ellsworth 1989).

➔ Como necesaria integración de distintos marcos teóricos de la ética empresarial (Petrick y Quinn 2001).

➔ Como conducta personal que impacta en lo público y debe por eso ajustarse a los valores de la persona (con sus diferencias Solomon 1999, Sisón 2003, Waddock 2003).

Nos gusta puntualizar al respecto, la posibilidad de definir la integridad a través del concepto de éxito: es exitosa la persona que puede vivir y actuar sin traicionar, aun bajo presión, ninguno de sus valores.

Esto mismo se puede decir respecto de la empresa exitosa, porque ese carácter de empresa íntegra le garantiza una serie de beneficios:

  1. Una clara identidad, inspiradora de sus proyectos y de su estilo a través del tiempo.
  2. Una trayectoria reconocible, que la hace sustentable y que la convierte en actor social de gran confiabilidad.
  3. Una empresa cuya actividad se alinea con el bien común, dotándola de sentido trascendente.

Esta última característica resulta tan beneficiosa que las personas que trabajan en empresas preocupadas por la integridad reconocen que, gracias a eso, su vida laboral tiene sentido, sienten que tienen un lugar en el mundo y perciben el futuro como oportunidad.

Despejar el camino para la conducta íntegra, desde las ideas y las experiencias positivas, podría ser un aporte genuino, teórico pero orientado a la acción, en la construcción de un escenario más humano para las actividades y la vida de las personas.

Autora: Prof. Paola Scarinci de Delbosco
Área Académica Empresa, Sociedad y Economía
IAE (Buenos Aires – Argentina)