Del dicho al hecho…

Honestidad, ética… ¿integridad?

¿Puede un líder ser honesto y faltar a la ética?

Actuar de forma honesta y a la vez, con ética es un ideal de la conducta humana que orienta a los líderes acerca de lo que está bien y lo que está mal, lo que es equitativo y lo que es injusto.

En su magnífico libro “Inteligencia Moral” (Ed. Aguilar), Doug Lennick y Fred Kiel (fieles custodios de los pilares de la inteligencia emocional de Daniel Goleman) afirman que la mayoría de los seres humanos diferenciamos el bien del mal. A menos que una persona sufra alguna enfermedad mental que le limite o condicione su capacidad de discriminar, los seres humanos podemos determinar con aceptable precisión si un comportamiento se puede considerar “bueno” o “malo”, “correcto” o “incorrecto” dentro de la propia escala de valores. Sin embargo, aun conociendo esta diferencia, es frecuente ver que muchos líderes no actúan en consecuencia.

¿Por qué?

Si los valores y las acciones de un individuo se cruzaran en un punto imaginario, podríamos verificar que cuando son coincidentes, la conducta de esa persona puede considerarse previsible y transparente. Es decir, no habría distancia entre “el dicho y el hecho”.

Ese punto se denomina “integridad”.

Casi todos los líderes conocen sus propios valores, proclaman sus creencias y principios, pero en ciertas ocasiones al actuar quedan de lado por los conflictos que se plantean con sus intereses, necesidades o debilidades.
Es decir: por su insuficiente integridad.

En consonancia con este comportamiento, dicen Lennick y Kiel que la “Inteligencia Moral” es la capacidad mental de determinar de qué manera los principios humanos universales (uno de los cuales es la integridad) deberían aplicarse a los propios valores, a las metas y objetivos y muy especialmente, a las acciones.

 

En el mundo empresarial

La ética social y la empresarial son inseparables y en ocasiones, no existen diferencias entre ambas (o por lo menos, no debería existir).

La efectividad y la eficiencia, la permanente búsqueda de nuevas ventajas competitivas o la sostenibilidad de las existentes, el fin de lucro, etc. aunque formen parte de las preocupaciones diarias en una organización, no pueden prescindir de un comportamiento ético.

Es por esto por lo que la ética social es perfectamente aplicable a las conductas empresariales.

Las organizaciones con sólidos principios éticos transmiten la preocupación que tienen por los aspectos humanos y sociales a través de diferentes programas concretos relacionados con la seguridad, el cuidado del medio ambiente y la salud tanto de sus propios colaboradores como de la sociedad donde interactúan. Dado que las empresas son entelequias [1], los individuos que la integran serán los encargados poner en práctica estos comportamientos. Es la forma de consolidar los vínculos éticos entre “empresa y sociedad”.

Es decir que si bien cada líder tiene su propio patrón de valores, al incorporarse a una organización empresarial o al elegir una actividad, debería producirse una mancomunión de sus propios valores con los principios y valores de esa empresa o sociedad.  Es muy difícil que un líder con determinados valores éticos sea efectivo al adaptarse a un medio que promueva los opuestos.

Esta realidad se hace evidente en las relaciones con colegas de trabajo, colaboradores, socios, clientes y también con el entorno social. El líder debe actuar de acuerdo con un determinado código de conducta del entorno del que participa y que, en mayor o menor medida, representa. Por lo tanto, los valores y principios de aquello que ocupa buena parte de nuestras vidas deberían ser coincidentes con los propios para evitar conflictos morales o comportamientos “no sinceros” que inevitablemente terminarán debilitando la relación con ese contexto.

 

Actuar con ética

Si el comportamiento de un líder fuera honesto y ético, sus convicciones y valores jugarían un rol central determinando la forma de percibir e interpretar las situaciones cotidianas.

Al decir de Lennick y Kiel, un comportamiento ético mide las consecuencias y tiene en cuenta el contexto en el que se llevará a cabo. Es decir, un comportamiento será considerado como ético, si es responsable. De tal forma, la inteligencia moral de un líder será el elemento clave para equilibrar sus principios éticos con sus acciones: si su conducta fuera coherente con los valores que predica, desarrollará un sentimiento de confianza entre quienes lo rodean que contribuirá a derribar todo tipo de barreras y resistencias, mejorando notoriamente la relación social y laboral.

Este es el punto en que la “honestidad y ética” de las acciones se potencian mediante la “integridad” del líder.

Actuar con honestidad y ética son sólo algunas de las características que definen el perfil moral de un líder.

Los mencionados Doug Lennick y Fred Kiel en su “Inteligencia moral”, profundizan sobre cuatro características que son centrales para definir el comportamiento ético de un líder:

  • Integridad: como queda dicho, es uno de los valores más importantes de un ser humano dado que lo impulsa a actuar de forma coherente con sus propias creencias, valores y principios. La integridad lo protege del “desacople” entre los principios y las acciones, mencionados anteriormente, será previsible y además, “honestidad + ética” serán patrimonios propios.
  • Responsabilidad: es igualmente clave para un líder con sólidos principios morales. Un conocido proverbio afirma que: “lo único verdaderamente inevitable son las consecuencias de los propios actos”.
    La responsabilidad también relaciona los principios con las acciones, contribuyendo a que el líder actúe de acuerdo con sus valores evitando producir situaciones de conflicto con sus semejantes.

    El Diccionario de la Lengua Española en una de sus acepciones, dice que “responsabilidad” es la
    capacidad existente en todo “sujeto activo de derecho” (SIC), para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.

  • Interés por los demás: es un atributo clave para un líder valorado por sus semejantes. Preocuparse por los integrantes de su entorno es una forma de transmitirles el interés que tiene por ellos y a la vez, es una muestra de respeto. Esta característica incide directamente sobre el clima de las relaciones entre los líderes y su entorno.
  • Tolerancia: un líder emocionalmente inteligente comprende la naturaleza imperfecta del ser humano y como tal, su permanente exposición a cometer errores. Asimismo, asume su propia posibilidad de equivocarse por lo tanto, estará preparado para reconocer y enmendar sus errores toda vez que sea necesario, con equilibrio, honestidad y valentía.

 

Es así como…

Trazando un paralelo con el inventario de competencias emocionales que el Dr. Daniel Goleman realizó en su libro “La Inteligencia Emocional” (Ed. Vergara), para integrarse de manera efectiva a su entorno social y laboral un líder debe tener una clara visión de sus propios valores y la suficiente valentía para actuar de acuerdo con ellos.

Tal lo dicho, actuar con honestidad no garantiza un comportamiento ético. Será la integridad del líder que determinará la tan valorada coherencia entre sus “dichos y hechos”.

Ya nadie puede dudar que la responsabilidad es inherente a la función del liderazgo. Por tanto, sería una muestra de escasa responsabilidad por parte de un líder dar una excusa ante un resultado o situación desfavorable. Encubrirlo, sería inadmisible.

El líder responsable, asume y reconoce sus propios errores sin exageraciones ni subestimaciones. Reconocer o admitir un error, no exculpa a quien lo cometió. Aunque tampoco es “saludable” ni “creíble” auto-inculparse en exceso. Asumir los errores con responsabilidad y en su justa medida, es una característica de los líderes éticamente efectivos que contribuye a un desempeño superior de su gente.

Los líderes experimentados saben que necesitan de los integrantes de su entorno para materializar sus propias metas. Es una realidad en el mundo actual de las empresas la integración de redes sociales que aseguran al líder disponer de los recursos necesarios para cumplir con su misión. Para ello, debe construir una relación sincera y equilibrada con los integrantes de dicho contexto en la que, mediante una honesta empatía pueda transmitir el respeto e interés que siente por cada uno de quienes lo rodean.

Para finalizar es importante recordar que la ética ocupa un lugar central entre los valores de un líder dado que le permitirá distinguir entre el “bien y el mal”. Sin embargo, será la integridad de su conducta la que determine hasta qué punto la “unión” entre la honestidad y la ética es suficientemente sólida y monolítica.

Juan Carlos Gazia Zucchelli
Autor Argentino, Consultor Internacional especialista diseño de procesos comerciales y en el desarrollo del Capital Intelectual – Presidente de Grupo ABGA S.A. (Gazia & Asociados Consultores) – Socio-Fundador de Las 4 Miradas de la Gestión Empresarial – Fundador y Socio Honorario de Card Club (Asociación de Profesionales de Tarjeta de Crédito) – Profesor de Liderazgo en la Escuela de Negocios de la Universidad Politécnica de Madrid (España).

Realizado para Las 4 Miradas de la Gestión Empresarial (www.4miradas.com
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[1]    Entelequia: Cosa irreal (2da. acepción-DRAE)